El antiveneno

domingo, agosto 22, 2010

"a vida do indivíduo é substituída por uma vida impessoal, embora singular, que produz um puro acontecimento livre dos acidentes da vida interior e exterior, ou seja, da subjetividade e da objetividade do que acontece. 'Homo tantum' por quem todo mundo se compadece e que atinge uma certa beatitude. É uma hecceidade, que não é mais de individuação, mas sim de singularização: uma vida de pura imanência, neutra, além do bem e do mal, já que só o sujeito que a encarnava no meio das coisas a tornava boa ou má. A vida de tal individualidade se apaga em benefício da vida singular imanente a um homem que não tem mais nome, embora não se confunda com nenhum outro. Essência singular, uma vida..." (Deleuze, 1995/2001, ps. 28-29).

Eis aí uma teoria radical do inconsciente enquanto pensamento puro, que faz dele um elemento subversivo, absolutamente desvinculado de qualquer formação consciente, e que possibilita pensar em formas de subjetivação também radicalmente estranhas à normalidade. De acordo com Deleuze, se o pensamento tradicional e a psicologia da consciência procuram nos impor como alternativa ou um Ser soberanamente individuado (forma altamente pessoalizada) ou um fundo indiferenciado — abismo sem diferenças, sem fundo, não-Ser informe — é porque não conseguem conceber singularidades determináveis que não estejam absolutamente aprisionadas em um Ego individual supremo ou um Eu pessoal superior. De um lado, teríamos o pensamento metafísico determinando de forma natural o Ego supremo como aquele que caracteriza um Ser infinito e completamente determinado por seu conceito, necessariamente individuado, rejeitando o não-ser — relegado a irrealidade —e delegando às individualidades finitas realidades radicalmente limitadas. Do outro, encontraríamos um pensamento transcendental que prefere a forma finita da pessoa, determinando este Eu superior como elemento que opera a permutação Homem-Deus, com a qual o pensamento ocidental se contentou durante tanto tempo. Ambos os casos nos deparam apenas com singularidades aprisionadas no campo da representação, humana ou divina.

A representação liga a individuação à forma do Eu e à sua matéria. Nestes termos, o Eu assume a forma da individuação superior e torna-se princípio de identificação e recognição para qualquer juízo de individualidade que incida sobre as coisas. "Para a representação, é preciso que toda individualidade seja pessoal (Eu) e que toda singularidade seja individual (Eu). Logo, onde se pára de dizer Eu, pára também a individuação; e onde pára a individuação, pára também toda singularidade possível." (Deleuze, 1969/1988, ps. 435-436, grifado no original). Um Eu passivo, como este, é apenas um acontecimento localizado em campos prévios de individuação, e que se constitui no ponto de ressonância de suas séries individuantes. Até mesmo o Eu divido, postulado por certas visões estruturais de inspiração hegeliana, ainda deixaria passar todas as idéias definidas por suas singularidades, elas mesmas prévias aos campos de individuação.
Para o Estado, portanto, como Deleuze também já havia indicado, o que importa não é jamais a singularidade enquanto tal, mas somente sua inclusão em algum tipo de identidade. Por estas razões, um ser privado de qualquer identidade representável seria absolutamente insignificante para o Estado. Neste sentido, a comunidade que vem — pautada na individuação impessoal e na singularidade qualquer, que rejeita peremptoriamente qualquer condição de pertencimento — será a principal forma de resistência ao modelo societário dominante na atualidade.

"Uma vida está em todos os lugares, em todos os momentos que atravessa esse ou aquele sujeito vivo e que são medidos por determinados objetos vividos: uma vida imanente levando consigo os acontecimentos ou singularidades que apenas se atualizam em sujeitos e objetos" (deleuze)

Carlos Augusto Peixoto Junior


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lunes, agosto 16, 2010

Teoria del cuerpo enamorado - Onfray «Collage de párrafos»

La nada triunfa
entera, incluida esta increíble pretensión de creerse definitiva-
mente a salvo de la muerte eterna gracias al teatro familiar. Más
allá de la gozosa lotería de lo recesivo y lo dominante, la ge-
nética deja a la sangre la inmensa perspectiva aleatoria de com-
binaciones infinitas.


La familia pretende ser una máquina de producir eternidad

individual. De hecho, triunfa como auxiliar recuperadora de la

pulsión de la especie y del orden colectivo. Allí donde la libi-

do amenaza con hacer dominar exclusivamente el caos, el de-

sorden, la violencia de una energía brutal y sin ley, la familia

fija, retiene, detiene y enjaula el deseo dándole una forma so-

cialmente aceptable. Además, obliga a sus miembros a un ser-

vicio social y comunitario continuos. Bajo capa de tender a los

fines personales que edifican su progenie, el padre y la madre

sirven a un gran designio político que exige de sus servidores

una renuncia al poder libertario de utilizar soberanamente su

tiempo, su cuerpo, su fuerza. Con el deseo nómada fijado por

las condiciones de un placer sedentario, cristalizado mediante

el compromiso conyugal y los hijos, las dos singularidades re-

nuncian a sus bienes propios y acceden a las funciones socia-

les, pagadas con la moneda simbólica del reconocimiento iden-

titario consabido.

El instinto, el puro instinto, nada más que el instinto: no exis-

te ninguna otra fuente del gregarismo antes de su endureci-

miento en las formas sociales. La incapacidad para nacer, vivir,

gozar y morir solo, entre dos nadas, destinado a una desapari-

ción inapelable, condenado a los únicos expedientes de la du-

ración -que el libertino sabe que pueden y deben ser magní-

ficos-: he aquí las razones del orden y de la ley presentadas

bajo los auspicios de la naturaleza. Condescendiendo a los mo-

delos dominantes, el individuo abandona su singularidad, pa-

ra obtener luego en pago de su docilidad y su conformismo,

durante un tiempo solamente, la paz del alma, la quietud del

espíritu, la indolencia del cuerpo, el placer animal de no sen-

tirse solo, de ser semejante a los otros, creyéndose a la vez di-

ferente. En la pareja y en la familia despuntan inexorablemen-

te las fuerzas animales con las que se estructuran las hordas,

los rebaños, las tribus. Y las colmenas.



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Por esta razón, todos los regímenes autoritarios o violenta-
mente persuasivos han legislado sobre la cuestión de la inter-
subjetividad sexual. Desde Platón y Aristóteles, las filosofías
preocupadas por fundar colectividades y realizar sociedades
no han dejado nunca de emitir consideraciones sobre la sol-
tería, la pareja, la sexualidad, la procreación, la familia, el di-
vorcio, la herencia, el derecho y todas las modalidades que se
puedan derivar de las relaciones entre los hombres y las mu-
jeres. Aun en el modo fractal, la célula de base de la sociedad,
la familia, y el remate absoluto de la política, el Estado, fun-
cionan como un contrapunto destinado a producir sonidos ar-
moniosos. La ciudad ideal platónica y la de Aristóteles cons-
truyen las dos extremidades de la vida ética sobre las mismas
estructuras, preocupadas por repartir las fuerzas siguiendo prin-
cipios idénticos. Volvemos a encontrar aquí las invitaciones pi-
tagóricas, convertidas ahora en las instituciones occidentales
canónicas donde las obligaciones proliferan, pretendiendo la
disuasión o la prohibición del soltero, esa figura antipolítica
radical.




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Segunda proposición; el vitalismo es necesario, imperativo, y
procede de una radical estética de la energía. Consecuencias;
la ineluctabilidad de la entropía, de la muerte y de la degene-
ración de lo vivo, iniciada desde su primer estremecimiento,
obliga a la elaboración de un hedonismo voluntarista y lúdico;
el ideal ascético cristiano del consentimiento y la aceleración
de las potencias negadoras de la vida deja paso al ideal paga-
no epicúreo de una existencia consagrada al culto permanen-
te de las fuerzas que resisten a la muerte; toda fijación, toda ri-
gidez de los sentimientos coagulados en la inmovilidad de las
formas socialmente establecidas se conjura mediante la movi-
lidad perpetua de las emociones en mutuas disposiciones ca-
prichosas; la pulsión de muerte encauzada desde hace casi vein-
te siglos para triunfar excluyentemente deja lugar a la pulsión
de vida ingeniosamente modulada para sí y para otro.


Cuarta proposición: lo negativo es conjurable, localizable,
odioso y destructible. Promueve en la sombra las virtudes que
empequeñecen, los valores tanatológicos y las invitaciones com-
pulsivas a destruir, romper, destrozar, embrutecer y desacredi-
tar. Siempre se mueve por donde fermentan el odio a sí, el odio
al otro, el odio al mundo y a la vida.
Consecuencias: evitaremos las ideologías que se erigen sobre los modelos dominan-
tes en materia de intersubjetividad sexuada * (adentro femenino, afuera masculino)
para promover en cambio todas las combinaciones posibles
e imaginables con tal que procedan de un doble y libre consentimiento; todas las dominaciones, todas las formas belicosas, todos los temperamentos inscritos bajo el signo de la violencia, fuera del consentimiento mutuo, dejan lugar a las invitaciones feministas, libertarias y
positivas.

* ideología familiarista : reducción de diferencias, desaparición de conflictos por la desintegración de las alteridades y la realización de una fusión asimilada a la confusión.



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jueves, agosto 05, 2010

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MECANISMOS DE DEFENSAHABITUALES


Son “protecciones ilusorias” consecuencia de un Ego ilusorio.
¿Quién de entre nosotros, gente común y corriente que se cree nor-
mal, puede negar que habitualmente (proporcional a la frecuencia
relacional) no utilice varios de estos mecanismos?.

El Ego manipulador recurre a la “protección ilusoria” ante la más
mínima previsión de sufrimiento o tensión emocional
lo que constituye
una declaración de debilidad,
de prejuiciada inferioridad, o
falta de adiestramiento frente a las frustraciones,
la aceptación de los propios errores,
desconocimiento de los límites de sus recursos ante
««pérdidas, responsabilidades, accidentes,
fracasos, enfermedades,
o simples
conversaciones o conductas de la existencia»»

( la máscara, el papel, el peregrinaje del Teatro del Mundo)
en las que “se pueda quedar mal”, “desairado” (el globo sin aire)
con el consiguiente empañamiento (sin brillo) de la propia imagen
construida con tanto esfuerzo viéndose a través de los ojos de los
demás, formando parte de sus sueños, utilizando el halago y
demás subterfugios.

¿¿Qué son más que defensas,
las mentiras, falsas justificaciones,
disculpas, disimulos,
negación de lo evidente,
argumentaciones en contrario forzando la racionalidad,
sublimando
y llevando por otro camino,
desestimar rebajando al otro
o camuflando, lanzando cortinas de humo verborreicas
y en los casos más agudos reprimiendo y apartándolo de la consciencia, “olvidándolo”,
o regresando infantilmente a fórmulas antiguas de compensación,
desplazando y proyectando hacia un objeto, persona o situación las culpas,
o aislándose bajo el ala,
o siguiendo la corriente al otro identificándose con él o desviándose del asunto mediante el
agrandamiento de aspectos positivos?.

En otras ocasiones menos sutiles la resistencia se expresa en la rotunda negación,
la no aceptación..
Las defensas agresivas van desde las críticas destructivas
hasta infringir perjuicios al oponente de su prestigio,
sus bienes o su integridad física,
allí donde pueda vengarse y hacer daño.
Esta dimensión interpersonal puede estar muy elaborada y
engordar el capítulo de los delitos graves explicando muchos de
ellos.

En este campo puede verse también el esfuerzo de la dialéctica del dolor y del placer,
porque también las defensas son fuente de placer, autosatisfacción directa, indirecta, simbólica como en las autoagresiones mentales o físicas,
la apariencia de tales, las situaciones autopunitivas profesionales o deportivas de riesgo,
las compensaciones enajenantes histéricas disociadas, de doble personalidad o personalidad múltiple,
la utilización de drogas..etc,
que complican la propia existencia y son causa de sufrimientos
en cadena sobre sí y sobre otros.

Soko Daido

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